● Apagada la luz
● Apagada la luz
El aire está caliente, las sabanas huelen a sexo viejo y la piel de mi cuerpo no exhala sudor sino supura recuerdos y en medio de todos ellos uno recurrente desde mis ocho años, uno que duele, uno que martilla mi cerebro desde atrás de mis orejas, uno que me lleva a las entrañas de mi origen y en ese recuerdo, que no sé si es un sueño, una ilusión de mi mal dormir, una ficción de mi imaginación, un deseo de mi razón, ¿o qué?, viene una historia que me dicta una mujer con la urgencia de quien no alcanzo a decir lo que tenía que decir antes de haber emprendido el último viaje.
... las urgencias de la vida juvenil. El deseo de ser amada. La ilusión de hacer un camino acompañada por aquel que amas. La esperanza de dejar una descendencia digna de mis padres. Las decisiones tomadas a la luz del día con la intención de construir un horizonte de bienestar se fueron a lo más profundo del infierno, hijos míos, una mañana de abril, mañana que se perdió lo que la madre de tu madre me dio, producto de las mismas razones que les acabo de mencionar.
Me revuelco sobre el tendido de la cama inquieto, mi cuerpo huele a formol, mis manos destilan sal, de mi boca brota una corriente ácida de sospechas y lo que escucho no me gusta pues intuyo quién es la que me habla y presiento a donde me llevaran sus palabras, y ese lugar no me gusta. Sé que le tengo el más pavoroso de los miedos a ese lugar no vivido y siento por encima de todo que me estoy metiendo en un terreno vedado por el universo.
No te afanes, la historia no le es fiel a nadie, en especial con los que se niegan a aceptar la realidad y su fría indiferencia y ese fue precisamente nuestro error. El riesgo se corrió a expensas de quienes consideré dignos de confianza y de sus buenas intenciones y supongo aún hoy después de tantos años y ahora que desde tu imaginación hago que broten mis palabras, que él, -sí, tú padre- no estaba incluido en ese mar negro de soberbia, maledicencia y entrometimiento en asuntos que realmente no les competía, y que se ciñó en tu futuro y en el de tus hermanos.
No me gusta lo que escucho y no quiero escribirlo, pero no puedo dejar de mover mis dedos sobre este teclado sucio y llenar esa pantalla blanca que tengo ante los ojos con sus palabras. La imagen que esta tras la pantalla blanca como fondo de pantalla está colmada con su sonrisa que huele a amor, con sus ojos marrones, (así los recuerdo, a pesar de que su imagen este en blanco y negro), que destilan ternura, con su cuerpo esbelto y elegante transpirando juventud, con su frente amplia irradiando confianza, con su cabello ondulado despertando ilusiones en quienes pudiesen haber disfrutado de su existencia: pantalla que me dicta una carta sin que nadie más la escuche y desde esas, mis raíces ancestrales venidas de los campos boyacenses con la imagen de un recuerdo a bis abuela, a una de tantas tías y a ella misma por allá en la lejanía del pasado tras una niebla que apenas deja campo para los momentos que quedaron fijos en mis neuronas como fiel testigo de lo que pudo ser.
...Deja de divagar por una vez en tu vida y presta atención. No es fácil salir de dónde vengo para que me hagas perder el tiempo, aunque por allá, ese concepto no exista. El caso es que mis miedos, mi ignorancia, mi cobardía, si se quiere, me llevaron a creer que nada pasaría. Que como me lo dijeron, eso era un procedimiento rápido y que como apenas tenía pocos meses, aquello no se podía considerar como algo vivo y así me lo creí. Las cosas no andaban bien y tres ya eran demasiado -así me lo insistieron-, y que, si venía en camino un cuarto, todo empeoraría monumentalmente y yo de tonta me deje engañar.
¡No sigas! No quiero escuchar más. No tengo derecho ni tan siquiera a llegar a dar cabida en mi mente a un solo pensamiento negativo sobre ti. Si la vida algo me ha enseñado es a no juzgar ya que pienso que nadie está metido en los zapatos del otro y menos si es tu madre para opinar sobre lo que hace, hizo, o dejó de hacer.
No seas pendejo, de donde vengo eso es lo de menos; además no estoy aquí para justificarme como tu razón lo cree. Estoy aquí porque tú lo pediste, ahora atente a lo que escuchas dado que son tus conclusiones y llenas están estas de tus miedos, de tus debilidades, de «tus inseguridades», de tus perezas y si sigo probablemente te vas a poner a lloriquear como siempre lo haces cuando te enfrentas a tus errores.
¡Calla!, ¡por favor te lo pido! No me empujes a llenar esa pantalla con las letras que me impones, no ves que me duelen, no entiendes que me lastiman.
Es hora de partir, pero antes te diré que en su momento mi dolor fue infinito. Les diré que llore ya sin lágrimas una eternidad y otra el que se quedaran sin mí. Les diré que, apagada la luz de mi vida, algo de ese tizón caliente quedó en tu espíritu y en el de tus hermanos y después de tantos años he visto que no me equivoque, y eso les dio consuelo en mis pesares. Les diré que la vida es como es y si no la enfrentan con lo que viene entre su maleta está se los comerá vivos y cuando menos se lo piensen ya poco podrán hacer. Tú, deja de lamentarte por mí, eso nunca fue asunto tuyo.
Jazòn
Jaime Zàrate Leòn
Septiembre 2-2022 ®
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