● Al fin de cuentas, que venimos siendo
● Al fin de cuentas, que venimos siendo
La madrugada está más fría que de costumbre y no he podido dormir. En estos días estuve de testigo mudo en unos asuntos del Paparote del Ramiro, y esa faena me ha dejado un par de billeticos morados; con ellos he tenido suficiente para comprar una buena ración de porritos y si no fuera por estos, ni aguantar podría este cambuche de plástico, cartón y papel periódico. Como es domingo, la gente que trabaja fuera de la ciudad escasea en el andén; no hay buses blancos, de los mismos que maneja el Ingeniero —otro Paparote—. No está el que despincha bicicletas, no hay Paolas, es decir, no hay tinto, no hay bulla bajo el puente y, como está provista mi necesidad de echar humo, pues no tengo que ir a buscar restos de cigarrillos regalados. He decidido entonces, escribir la siguiente historia. No meto la mano al fuego por lo que he de escribir, no le sostendré a nadie lo que en ellas diga, dado que sé que serán el producto de un viaje astral que acabo de emprender. En las siguientes líneas recrearé un diálogo informal que de informal tendrá poco entre una mujer de raza negra haitiana, Tendaï[1] Petit; una mestiza colombiana, María Tunjo; un indígena mapuche, Nahual Puyen y un criollo venezolano, Jesús González. El cuarteto se encontrará sentado en la banqueta de una plaza central, de la cual, no tengo idea donde quedará o en una ciudad que no conozco. La única pista disponible será la vista en la distancia de una iglesia a las espaldas de los contertulios. Algo atravesada, de color amarillo y rojo. Dicha Catedral me llevará a pensar en una población santandereana, pero no estaré seguro hasta que termine de escribir.
*****
María. —¿Al fin de cuentas que venimos siendo don Josè? ¿Somos un menjurje o la destilación refinada de muchos genes? Nos dicen que somos lo que sale de nuestra boca con esa lengua que sembraron sus ancestros en mi tierra y yo creo que es verdad. Por eso será que al fin de cuentas somos un pueblo en infinita construcción.
Jesús G. —Así es, seño María.
María. —Sumercè no supone que mejor hubiese sido que habláramos en otro idioma: por ejemplo, en inglés. Se escucha tan bonito y parecen tan inteligentes esos hocicos.
Nahual. —Y qué pasa si habláramos en mapuche, quechua, o náhuatl.
Tendaï. —Y acaso no podría ser mejor que todos habláramos en creole[2]
Nahual. —Tu gente sería la que dominaría estas tierras, o a lo mejor el mundo entero, mi estimada Tendaï, ¿por qué no?
Jesús G. —Bien podría haber pasado todo eso si no nos hubiésemos atravesado en vuestros caminos. El asunto está en preguntarse: ¿Estaríamos hablando ahora los cuatro aquí con esa iglesia a nuestras espaldas? Es probable que en estas tierras bien podría estar hablándose en inglés o en francés; solo que el imperio que podía hacer dicha travesía fue el nuestro, en guerra en ese entonces con franceses e ingleses, precisamente.
María. —Puede que sumercè tenga la razón. De haber sucedido tal cosa, las gentes de estas tierras estarían hablando en inglés, puesto que probablemente nosotros ni siquiera estaríamos aquí sentados tomando cafecito, si vemos lo que les paso a nuestros hermanos del norte. Francia u Holanda poco arrimaron por el sur; además, con ellos las cosas no fueron muy distintas a la de los ingleses, en el suelo en donde pusieron sus botas. No he entendido nuca como es que dicen que los franceses tienen el idioma del amor en sus bocas si han sido tan malvados.
Nahual. —Y de nosotros ni se diga misia María. De milagro aún existen Mapuches, como este servidor, o Aymaras, o Callas, u otros pueblos más en mi Chile del alma, o los pocos que quedan a todo lo largo de Hispanoamérica. Con ellos; la suerte nuestra habría sido la misma que la de los pueblos del norte: el exterminio.
Tendaï. —Eso del idioma del amor, es cosas de embustes y apariencias, mi señora María. El amor no se hace con poemitas, sino con las manos y eso no me lo niega nadie. Si se quiere y lo vemos con otros ojos, somos el producto de lo que fue y ya no se puede cambiar. Nuestras formas de hablar hacen parte de lo que somos, como el resultado de una mezcla compleja entre los que llegaron de la tierra de los ancestros de don Josè, de Francia, de Holanda, de los millones de africanos, o de donde sea que vinieron y los que habitaban estas tierras. Además, no olvidemos que todos tenemos sangre africana, unos más que otros, y eso es lo que nos debería hacer hermanos sin testamentos ni alambrados de por medio, con un reactivo parlante en común.
Nahual. —Así es Tendaï, y ese reactivo; como tú le dices, nos proporcionó, entre otras cosas, un idioma que ha dado a nuestra razón la oportunidad de expresar lo que somos, como hacemos y cómo vemos o entendemos la realidad. De los idiomas originales de esta tierra, que es el de nuestros padres ancestrales, quedamos escasos paisanos y con el avance del tiempo menos. Una lástima, pues tenemos en común el idioma de La Pacha Mama en nuestros corazones.
Jesús G. —Quién hubiese sido Pedro Páramo: ¿un viejo terrateniente que muere en su cama plácidamente con tres hijos; dos machos y una hembra? ¿Monos y de ojos azules sus herederos? ¡Humm, No lo creo!
Nahual. —Remedios la bella, bien podría haber fundado una empresa farmacéutica, productora de unos brebajes imposibles para unos embellecimientos eternos que nos hubieran hecho subir al cielo del capitalismo con la sangre de nuestros ríos en sus frascos; llamada Macondo Corporate.
María. —¡Ja!, eso no es nada. La María, sería un drama del inhóspito señor Shakespeare. Joaquín, sería un Arturo; fantasma que regresaría para sacar de la tumba a su amada y con ello terminar lo que empezó en una hacienda llamada The Paradise en el Támesis Valley
Tendaï. —El más contento de todos sería el señor Borges; a lo mejor así, a la lengua a la que él le dedicaría sus mayores elogios y pasiones, bien podría haber sido al español. Un encuentro en el río Manzanares con su otro yo le daría para escribir un cuento titulado The Other. ¡Eso sería fantástico!, ¿o no?
María. —Fíjense ustedes que a Jorge Artel y su poemario Tambores de la noche[3] se le consideraría hoy en día y bajo el imperio Anglo, un precursor de Martin Luther King, ¿o me equivoco?
Jesús G. —Analicen ustedes que es muy probable que Don Quijote de la Mancha, bajo el imperio inglés, el francés o el holandés, no hubiese sido posible su publicación. El desengaño de lo sensible no va bien con los luteranos. La contradicción mayor está en que sus mejores intérpretes han sido los alemanes, los ingleses y los franceses. Nosotros los españoles no lo hemos entendido muy bien, y sus estudiosos han parecido más enemigos suyos que admiradores. Así las cosas; no ha faltado mucho para que existiese el Instituto Avellaneda y con este, llegar a considerar al Quijote de don Miguel un plagio.
Nahual. —Rubén Darío bien nos dijo un día en su poema Los Cisnes[4]:
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?
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Acabo de ver al Ingeniero y a su armatroste aparcado a la orilla del andén y como hace tiempo que no charlamos y, además, como le tengo una tareíta pendiente, hasta aquí llego la historia de esta conversación. No olviden que andaba de viaje y apenas voy llegando de nuevo a mi cambuche; prometo la continuación luego del regreso de un próximo viaje.
De ustedes
Álvaro Lombana, un Paparote más.
11 de enero de 2021
Jaime Zárate León
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Jazòn
[1] https://www.africanidad.com/2014/01/Nombres-africanos.html
[2]https://filosofia.uchile.cl/noticias/179993/aprender-creole-haitiano-un-desafio-intercultural
[3] Mahop Ma Mahop, R. A. (2020). La lírica de la resistencia en Tambores en la noche de Jorge Artel.
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Rub%C3%A9n_Dar%C3%ADo
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