● Gracias a Dios
● Gracias a Dios La noche está en su apogeo. El caos organizado del tráfico ulula sin pausa y sin piedad y voy llegando a mi punto de partida tras el volante de mi juguete (un bus para treinta pasajeros). Camiones de dos ejes, de seis ejes, automóviles, otros buses de pasajeros como el mio, motocicletas, ciclistas, peatones y toda esa fauna de la selva de cemento que se llama Bogotá, pasa rauda en todas direcciones y a ninguna parte. Tengo más de diez minutos disponibles antes de que el reloj marque la hora de salida para empezar a recoger a los operarios que le dan sentido a m...