● Desde el puente
● Desde el puente La tarde transcurre como tantas otras: aburrida, rutinaria, perezosa entre tanto afán. Algunas gentes van y vienen con prisa y a ninguna parte; ajenas entre sí unas cuantas almas más esperan al borde del andén un taxi, un bus o pasar la calle por donde no es; en la distancia se ven subir y bajar los peldaños metálicos de las escaleras de un puente peatonal que tengo ante los ojos a unos cuantos citadinos adicionales que producen una música mineral con sus pisadas que a nadie molesta, acostumbrados como están al ruido de la ciudad y a los audífonos que cuelgan de sus orejas: a lo mejor es por eso que ni se dan cuenta de lo molesto que resulta ese ruido del demonio. Desde el asiento del bus para treinta pasajeros que conduzco observo ese mundo de cabezas, cuerpos y vestidos que se mueven como hormigas sin panal. Me encuentro esperando a mis primeros pasajeros del turno de las dos de la tarde y como he llegado temprano tengo tiempo para divagar de lo lindo. ...